Desobediencia
La elección en el reino del Padre.
Miguel Reyes Silva[1]
Una comunidad de judíos ortodoxos ubicada en el norte de Londres lamenta la muerte de su Rabino, hombre sabio y justo para muchos. Al otro lado del Atlántico en Nueva York una joven fotógrafa hace su trabajo mientras recibe una inesperada noticia que la conmueve y desorienta. Decide tomar un vuelo hacia Londres, allí volverá a sus raíces, reencontrar su pasado pero también gente que la mira con recelo, se reunirá con viejos amigos que le recuerdan una juventud interrumpida por una forzada y abrupta salida.
Esas son las primeras secuencias de Desobediencia filmada en Londres y dirigida por el chileno Sebastián Lelio, primera incursión internacional del ganador del Oscar 2017 a la mejor película extranjera por Una mujer fantástica. Esta vez se trata de un guión adaptado basado en Disobendience (2006) la exitosa novela homónima de la británica Naomi Alderman. Rachel Weisz había comprado los derechos de la novela y buscaba un director para su realización. El cine de Lelio, especialmente debido al éxito internacional de Gloria, le pareció convincente para proponerle dicho proyecto. Lelio aun no ganaba el Oscar y el guión le interesó, eran líneas temáticas que había explorado en otras películas, se incorporó a la adaptación del guión junto con Rebecca Lenkiewicz la guionista de la notable Ida (2013) el filme del polaco Pawel Pawlikowski ganador del Oscar 2014 a mejor película extranjera. El filme se rodó en Londres entre el 2016 y 2017. Esos son algunos de los antecedentes de este su primer filme en inglés.
Ronit, Dovid y Esti.
La narrativa se despliega durante los días previos al funeral del Rabino y se organiza a través de los sucesivos encuentros de Ronit (Rachel Weisz) con personas significativas en su vida, todas ellas son parte integrante de una comunidad de judíos ortodoxos. Bajo las enseñanzas de la Torah y el apego a la voluntad de HaShem, todas las interacciones y la vida de la comunidad resultan extremadamente codificadas, sin embargo y tal como lo señalaban las últimas palabras del Rabino antes de su súbita muerte: “…los seres humanos tienen la capacidad de elegir y por tanto desobedecer”. Ronit parece calzar con esa descripción y pronto se enterará de noticias que la sorprenderán, la mas dura será descubrir el lugar que ocupa para su difunto padre, la otra es la situación en la que se encuentran sus amigos de juventud: Dovid (Alexandro Nivola) se ha convertido en el sucesor espiritual y afectivo del Rabino y Esti (Rachel McAdams) se ha convertido en su mujer. Las revelaciones aparecen entre las miradas de sospecha y cierto rechazo de parte de la comunidad sobre el estilo de vida de Ronit. La cámara de Lelio captura con elegancia y sobriedad la atmósfera de incomodidad que suscita la presencia de Ronit dentro de los círculos familiares. El relato no se apura en revelar misterios sino que va decantado los momentos de tensión que se suceden en cada diálogo, mas que explicarle al espectador los detalles de un pasado conflictivo muestra actitudes y gestos que revelan que Ronit no es bienvenida. Poco a poco se comienza a revelar que su presencia en Londres obedece mas a las motivaciones de Esti que a su condición de hija del Rabino que viene a honrar su muerte.
Un amor tabú de su juventud ocupará el protagonismo del relato. Al recorrer juntas la casa del Rabino, Esti y Ronit escuchan el tema LoveSong de The Cure: Whenever i´m alone with you…You make me feel like i´am home again… con este fondo musical se despertarán viejos sentimientos que se creían apagados por el tiempo y la distancia.
La acumulación de deseos llegará hasta su máximo punto de tensión en diversos encuentros amorosos entre las viejas amigas poniendo en riesgo incluso la situación laboral de Esti y las legítimas sospechas de su marido Dovid.
La cámara participa de esa intimidad con sutileza pero sin restar la carga de erotismo que supone el reencuentro amoroso entre dos mujeres adultas y atractivas que se desean. El contraste entre ese mundo opresivo y regulado por la Ley del padre se hace evidente cuando ambas mujeres deciden viajar al centro de la metrópolis, en sus calles respiran libertad y los cuerpos de ambas mujeres caminan con fluidez y alegría, las manos se tocan, las miradas y gestos de amor dan libre expresión a deseos contenidos por muchos años. La fotografía de Danny Cohen contribuye a visualizar la diferencia entre ambos espacios, estableciendo también una diferencia del mundo retratado en Una mujer fantástica donde los lugares de libertad se daban sólo en la intimidad de la pareja o en la noche en una fiesta y toda la ciudad de Santiago -no sólo una comunidad específica- se convertía en un ojo crítico.
Esti, Dovid, Ronit.
Los breves instantes de felicidad entre Esti y Ronit serán momentáneos, retornar a la comunidad supone ahora tomar decisiones relevantes, por ello toda la tensión del relato se desplazará hacia Esti quien se ve sumergida en una zona de incertidumbre sobre su destino, confrontada entre el deseo y el deber.
El relato se ocupa de los tiempos necesarios para enfrentar a los personajes con su particular relación a la ley que esa comunidad obedece. Dovid deberá lidiar con sus sospechas frente al resurgimiento del amor de Esti hacia Ronit y frente a la responsabilidad que deberá asumir si ocupa el cargo dejado por su padre espiritual. Esti se enfrenta a la posibilidad de elegir otro futuro para ella dejando atrás a la comunidad que la vio nacer y donde tiene asegurado un destino y Ronit entre el derecho a reivindicar su lugar de hija frente a un padre que no la reconoce y luchar por el amor de una mujer prohibida. El clímax y los actos se darán lugar en la misma ceremonia fúnebre y en el mismo lugar donde en un comienzo se escuchaba la voz del padre y a través de su palabra la voz de HaShem. Los tres personajes con sus dudas y ambigüedades darán lugar a un triángulo inestable pero rico en posibilidades éticas, quizás ese es el mejor momento del filme, donde el espectador logra quedar también suspendido entre decisiones vitales e inciertas. Las actuaciones son convincentes aportando elocuencia a los momentos de mayor indeterminación.
La mujer como protagonista.
En este breve comentario no entregaremos el desenlace que propone Lelio en su película, más bien nos interesan destacar algunas decisiones recurrentes de su cine y el diálogo con el discurso psicoanalítico.
Ciertamente su cine, al menos en sus tres últimas películas Gloria (2013), Una mujer fantástica (2017) y Desobediencia (2017) ha otorgado lugares protagónicos a mujeres: Una mujer entrando a la tercera edad en Gloria, una mujer transexual y ahora una mujer judía, confrontadas cada una a entornos hostiles. Gloria será enjuiciada por los otros al no aceptar el sosiego que se espera de una mujer ya entrada en años, Marina en Una mujer fantástica enfrenta los prejuicios por su condición transexual y Ronit es rechazada por su comunidad y por su padre.
Lelio le asigna a la mujer la representación de los valores libertarios frente a un simbólico que ya nos es lo era. Su cine tiene entonces algo de “corrección política” en tiempos en que el patriarcado vive su ocaso y diversos movimientos feministas viven su auge, situación por lo que la empatía de los espectadores con sus personajes principales es casi inmediata sintonizando con audiencias masivas. En ese sentido el cine de Lelio corre con ventaja aspecto que le impide atreverse a mayores riesgos narrativos o argumentales.
El otro aspecto recurrente es que sus personajes desarrollan sus acciones teniendo como horizonte el reconocimiento del otro social, aunque para conseguirlo deban sufrir experiencias de exclusión social o desarraigo familiar. La familia en especial suele ser retratada como un lugar de opresión de las libertades individuales y un dispositivo reproductor de una tradición que ya no opera como un ideal frente a nuevas conquistas personales expresadas en estilos de vida que se presentan contrarios a las expectativas familiares.
Si en un principio de su filmografía el otro social opresivo era una sociedad particular- en ese caso la chilena- en su nueva producción internacional se circunscribe dicho espacio a una comunidad religiosa específica dado que la configuración social extrajera -en este caso la inglesa- habría ya superado algunas trabas ideológicas que en Latinoamérica aun estarían presentes. Por lo que a costa de mantener sus propósitos narrativos restringe el nivel de impacto social, si a eso se suma la condición sexual de su protagonista la situación es evidente. Filmar una historia de amor entre mujeres es en la actualidad un tema que no impacta salvo quizás en una comunidad para la cual esa experiencia amorosa es todavía un tabú o cuando se traslada en el tiempo a una época particular como el caso de Carol (2015) de Todd Haynes, donde la historia del amor prohibido se desarrolla en la América de los años cincuenta. Si recordamos la ganadora de la palma de Oro en Cannes: La vida de Adèle (2013), la historia de amor entre ambas chicas francesas no se organizaba ni en una transgresión ni menos en la desobediencia, eran muy pocos los juicios que se podrían desprender de algunos de los personajes. Mas bien lo que destacó el director franco-tunesíno Abdellatif Kechiche es la vivencia juvenil de un despertar sexual, de un descubrimiento con toda la fuerza pulsional que ello supone.
El padre y la desobediencia.
Lacan en el Seminario 19 señalaba: “[….] conserven en el huequito de su oreja que con Dios, en todos los casos, hay que contar. Es inevitable.”[2]…y unas líneas anteriores aclaraba que por su parte el no creía en Dios.
Por su parte Jacques-Alain Miller en Un esfuerzo de poesía destacaba que la modernidad estaba experimentando un viraje, un tránsito desde una cultura patriarcal marcada por la prohibición hacia una cultura post patriarcal marcada por el permiso para gozar[3].
Dado ese contexto, una noción o una actitud como la “desobediencia” resulta problemática en la medida en que sólo es tributaria de una cultura de la prohibición donde el lugar del padre es consistente. En una cultura pos patriarcal, el sujeto ya no desobedece sino que en el mejor de los casos razona por sí mismo sobre aspectos que considera le competen, también y frente al “todo permitido” se puede angustiar y perder la brújula o bien refugiarse en arcaísmos fanáticos. Otra salida quizás la mas habitual es la defensa política de las identidades a las que nuestra época sí les supone consistencia. El cine de Lelio tiende a ubicarse en esa línea, la de la política de las identidades. En ese sentido, centrarse en la posición de la mujer en dicha transición resulta paradigmática, sobretodo respecto a decisiones como la elección de pareja, el aborto o el rechazo a la maternidad, dimensiones que resultan cruciales y suscitan los debates mas intensos por cuanto evidencian una mutación respecto del lugar que la tradición ha dado a la mujer. La promoción de los feminismos y las sucesivas reivindicaciones de la serie LGBT…constituyen un soporte epocal donde el cine de Lelio se convierte en un fiel representante. A pesar de ello, podemos señalar una concordancia con algunos aspectos entre su cine y el discurso psicoanalítico, por ejemplo, respecto del protagonismo que adquiere la mujer en tanto portadora de los mutaciones de la modernidad. Ya Lacan lo advertía en sus “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” respecto de lo que el denominó: “instancia social de la mujer”[4] especialmente a nivel de la institución del matrimonio y de la homosexualidad femenina. En efecto, Desobediencia se organiza a nivel dramático en el conflicto de proyectos de vida pero también en la atracción entre dos mujeres: Ronit y Esti enfrentan esas coyunturas de manera diferente aunque ello suponga para ambas costos subjetivos, Lelio enfatiza una salida melodramática y efectista que resulta poco convincente más que haber optado por una profundización en la deliberación ética.
Una novedad de este último filme es la incorporación de un personaje masculino que no carece de protagonismo, tanto enGloria como en Una mujer fantástica los personajes masculinos estaban degradados y en Una mujer fantástica el hombre aparecía como un espectro, un fantasma que en ciertos momentos mas oníricos de la trama acompañaba a la protagonista. Pero aquí Dovid tiene un lugar clave en tanto opera como una instancia mas fraternal que paternal.
El problema que detectamos desde el psicoanálisis es que la desobediencia como salida frente al reino del padre no hace sino reforzarlo, seguir preso de la suposición que la Ley tiene un representante y un origen. Lo mismo ocurre con la transgresión como forma privilegiada de acceso al deseo. En ese sentido para Lacan, Freud salva al Padre al suponerlo como Padre muerto y constituye ese aspecto no analizado que Lacan intenta desplazar desde la presencia hacia la función y luego hacia la dimensión de la existencia singular en una posición deseante, exactamente el inverso del Padre muerto.
El riesgo de exaltar la desobediencia como figura libertaria justamente promueve no una salida del reino del padre sino el reforzamiento de una supuesta autoridad perdida, cuestión que lleva a confiar en la redacción de la norma o el auge de los protocolos como forma de domesticar vía burocracia un goce resistente. La apuesta del psicoanálisis no va en ese sentido, es tarea de los psicoanalistas saber operar con ese inevitable llamado Dios para algunos o Padre para otros, y buscar salidas de su reino que no se sostengan en la desobediencia. El psicoanálisis tal como lo indicara Lacan no es el rito del Edipo. [5]
[1] Psicoanalista asociado a NEL- Santiago, mreyesnet@gmail.com.
Responsable el Grupo de Psicoanálisis <> Cine. Nel – Santiago
[2] Jacques Lacan, El Seminario de Jacques Lacan, …o peor. Libro.19, Edit. Paidós.2012,p.198.
[3] Miller, Jacques- Alain, Un esfuerzo de poesía. Edit. Paidós. 2016. p.290.
[4] Jacques Lacan, Escritos, Tomo II, Edit. SXXI, 1984, p. 715.
[5] Jacques Lacan, Escritos , Tomo II, Edit. SXXI, 1984. p. 798.