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Clínica psicoanalítica

"Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquella que introduce al sujeto en el orden del deseo...

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Clínica psicoanalítica

“Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquella que introduce al sujeto en el orden del deseo…

J. Lacan, 1965

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“Me parece que el psicoanálisis como tal debe ser un asunto puramente secular. En su esencia propia es estrictamente privado y no produce valores en forma directa.”

S. Freud

Durante la sesión analítica las palabras del paciente y la escucha del analista tienen un lugar privilegiado, todo ocurre con lo que allí se dice, en especial cuando nos escuchamos hablando sin saber, implicados en las fracturas de nuestro propio discurso, ahí se localiza el espacio fecundo por donde lo inconsciente irrumpe como la suma de los efectos de las palabras oídas o supuestas, en una historia donde nos reconocemos y suponemos que es la nuestra pero donde desconocemos sus anclajes, sus inercias y sus resortes. Lo inconsciente revela un funcionamiento de extraña finalidad, pero que nos convoca en lo más propio de nuestra existencia.

La clínica psicoanalítica es una práctica de intervención subjetiva que permite modificar la relación problemática del sujeto con sus síntomas. Surge en Viena a fines del Siglo XIX, a partir de la praxis clínica y las teorías de Sigmund Freud (1856 -1939). Posteriormente será revisada y actualizada por la enseñanza de Jacques Lacan en Paris (1901 -1980).

Vinculada en sus inicios a la psicoterapia de la histeria, la clínica psicoanalítica fue extendiéndose hacia otras neurosis, como la neurosis obsesiva, la neurosis de angustia y la fobia; luego se expandió al campo de las psicosis, las afecciones narcisistas, las adicciones y las perversiones.

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¿En qué consiste la clínica psicoanalítica?

La clínica psicoanalítica comprende diversos fines en consideración a la modalidad que tome la demanda del paciente, si bien contribuye a aliviar el malestar y el sufrimiento subjetivo expresado en angustia, síntomas e inhibiciones, es también un dispositivo de exploración personal que permite una indagación profunda sobre quienes somos, comprometiéndonos en una experiencia que nos permite revisar nuestras identificaciones, las causas de nuestros deseos, la economía de nuestra sexualidad, las fantasías y las modalidades de goce, produciendo modificaciones significativas en nuestra posición en el mundo. Sobre la premisa de la existencia del inconsciente, la clínica psicoanalítica va más allá del yo del paciente, de sus aspectos racionales y conscientes, para encontrar en su discurso los espacios y fracturas que nos envían hacia la “otra escena”, lugar donde radican los aspectos más desconocidos del sujeto pero que paradojalmente determinan sus acciones, elecciones y padecimientos.

Usa como herramienta terapéutica a la palabra y opera en el discurso del paciente, por ello una experiencia analítica, es siempre una experiencia de lenguaje, donde hablar y escuchar son las operaciones esenciales que estructuran la sesión analítica, por ello, sus alcances no se limitan en reportar beneficios terapéuticos y alivios sintomáticos, sino que se expresan en transformaciones subjetivas profundas y en un cambio de discurso sobre sí mismo, los otros y la historia.

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Los resortes que llevan a una persona para consultar a un psicoanalista y optar por la clínica psicoanalítica son múltiples, pero habitualmente están animados por la búsqueda de respuestas y soluciones frente al malestar subjetivo y el sufrimiento emocional. La presencia de estados de angustia, desgano, insatisfacción, sensaciones de impotencia frente a situaciones de la propia vida o de perplejidad frente a la aparición de dificultades recurrentes en las relaciones afectivas (ya sea con la pareja, la familia, los hijos, etc.) son los indicadores más comunes de que algo no está funcionando bien. El paciente constata que las relaciones con su entorno se dificultan, se estancan o en muchos casos se deterioran. Todos estos aspectos, algunos sintomáticos otros motivacionales y otros existenciales, afectan significativamente la autonomía personal, desgastan energías y ocasionan un deterioro en la calidad de vida. Muchos quisieran además intentar dejar o disminuir la dependencia de psicofármacos, ansiolíticos o antidepresivos y alcanzar nuevas soluciones mediante sus propios recursos. Cansados de las ofertas efectistas del mercado donde se ofrecen terapias que prometen la felicidad a corto plazo, hay personas que desean adentrase en su historia y revisar las heridas y frustraciones que llevan en su vida o simplemente hablar de lo que les pasa en un espacio de privacidad y confidencialidad que ofrece una escucha atenta y neutral.

Las personas habitualmente suelen consultar cuando verifican que ya no disponen de más recursos para hacer frente a su realidad, agotando las posibilidades para encontrar alguna salida; pero también consultan cuando irrumpen en su vida síntomas o estados afectivos que ya no pueden dominar.: ataques de angustia, sintomatología depresiva, dependencia a sustancias, fobias, etc. También consultan luego de haber probado diversas estrategias terapéuticas, fármacos, consultas médicas, etc., no encontrando respuestas satisfactorias.

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¿Cuáles son las diferencias entre la clínica psicoanalítica y otras terapéuticas?

“…no es necesario ser psicoanalista, ni siquiera médico, para saber que cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea hombre o mujer, nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veces es diametralmente opuesto, a aquello que desea”.

J. Lacan, 1966.

Se dice que el psicoanálisis no es una terapia como las otras y existen varias razones que justifican esta expresión. Aquí revisaremos sólo alguna de ellas:
Si bien Freud inicialmente descubre los beneficios terapéuticos de la “cura por la palabra”, paralelamente a la aplicación de la terapia analítica se encontrará además con un procedimiento de investigación subjetiva cuyos resultados van más allá que las mejoras de los síntomas neuróticos. El psicoanálisis posibilita importantes transformaciones para quienes se implican en la cura analítica. Entre tales efectos encontramos un cambio de perspectiva sobre la propia imagen de sí, de los otros, del sentido de la existencia y el deseo que la anima. Surge así una primera diferencia con otras terapias. El psicoanálisis no se reduce solo a la curación, que a menudo descansa en un fantasma de normalidad impuesto y común para todos, sino que explora y descubre otras regiones de nosotros mismos para encontrar nuestra singularidad con considerables efectos terapéuticos.

Su duración no puede ser definida a priori, justamente en la medida en que son también mayores las dimensiones que se ven implicadas cuando se comienza a hablar o asociar libremente. Hay en ello otra diferencia con las demás terapéuticas, pues no se busca reestablecer un estado anterior al surgimiento de los síntomas, sino se procura producir una situación enteramente nueva, inventar soluciones inéditas y orientar hacia un cambio de perspectiva.

En la medida en que el psicoanálisis busca efectos duraderos que van más allá de una mera sugestión, es decir perdurables en el tiempo y con independencia de la situación o de la persona del terapeuta, requiere del establecimiento de una relación de trabajo de mayor compromiso. Sólo de esta forma el sujeto logra desarrollar nuevas y genuinas herramientas para enfrentar su propio destino, acorde con su estilo y con su particularidad.

El psicoanálisis no es una cura estándar, por el contrario privilegia lo singular validando la diversidad en los estilos de vida. Por ello no trabaja para conseguir ideales preestablecidos ni por lo social ni por el deber ser, cada caso vale en su singularidad.

Siendo aún más ambiciosos podemos decir que si bien la clínica psicoanalítica utiliza el lenguaje para curar, cuando esta experiencia es sostenida en el tiempo incluso puede ir más allá y buscar curarse del mismo lenguaje.

La clínica psicoanalítica lleva casi mas de dos siglos, desde que Freud la inventara, cuenta con una tradición de investigadores y clínicos que la han enriquecido con sus aportes, ajustando sus intervenciones a los tiempos y demandas actuales, perfeccionado la formación de los analistas y acumulado experiencia clínica que es compartida y actualizada en los congresos, encuentros y seminarios que tienen lugar en diversas partes del mundo. El psicoanálisis no es un fenómeno de moda, no es optimista ni pesimista, es más bien realista.

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¿Quiénes pueden conducir un análisis?

No cualquiera está capacitado para conducir y sostener una cura psicoanalítica, se requiere de una formación específica más allá de la que brindan las carreras universitarias, resulta indispensable que el analista haya también experimentado su propio psicoanálisis, que posea experiencia clínica sostenida y que cuente con el respaldo de una comunidad analítica donde discutir su práctica, exponer y cotejar sus resultados. Es fundamental también una coherencia teórico-clínica en el analista, especialmente para aquellos que desean comenzar con una formación analítica, evitando un eclecticismo pretencioso que solo desorienta y a menudo responde a información parcelada e incompleta de los avances teóricos y técnicos.

Sin embargo, y a pesar de todas estas exigencias, no hay diploma de psicoanalista. El psicoanálisis no tiene la estructura de una carrera universitaria, donde al final de un plan de estudios hay una titulación, por el contrario un analista es efecto de su propia formación donde cada cual define su camino y donde el aprendizaje de la teoría es sólo un aspecto necesario pero no suficiente de su trayectoria.

En mi ejercicio clínico son las contribuciones de Freud y las de Lacan los saberes esenciales que nutren y guían teóricamente mi praxis, a las que se suman todos los desarrollos actuales del campo freudiano que comprenden los valiosos aportes de discípulos de Lacan. Freud y Lacan son autores mayores de la psicopatología y la clínica, y por tanto no son objetos de moda, son autores clásicos y de reconocida trayectoria, con impacto no sólo en la psicología y la psiquiatría, sino en las letras, la filosofía, el arte. Sus enseñanzas son materia de estudio permanente y de constante actividad científica como lo prueban los coloquios, seminarios, conferencias y encuentros repartidos en todo el mundo. Instancias que posibilitan a los analistas el intercambio de experiencias y su actualización permanente. Su conocimiento requiere de toda una vida.

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Tipos de intervenciones en la clínica psicoanalítica

Si bien un analista es una posición dentro de un discurso y sus intervenciones configuran respuestas individuales y específicas a cada situación, de manera didáctica se pueden realizar algunas distinciones que muchas veces en la práctica no son discernibles por el que consulta sino a posteriori, ya sea en el momento donde el analista teoriza la experiencia o cuando un sujeto revisa lo que ha sido su propio trayecto. Por lo tanto, estas distinciones nunca son tan puras, representan formas de ordenar un trabajo.

Indican la irrupción inesperada de un acontecimiento que no logra entramarse en la matriz discursiva que en ese momento dispone el sujeto. Un hecho o situación no logra ser dicho, las personas no logran articular palabras y el sujeto es superado en sus recursos simbólicos e imaginarios para contenerla, no hay defensas, ni historia que contar, es toda la subjetividad la que por un momento, se ve amenazada con desplomarse ante la presencia de lo impensado.

La aparición abrupta de un hecho que es vivido como traumático suele ser el desencadenante de crisis y descompensaciones subjetivas, generando diversas respuestas que van desde la perplejidad hasta la angustia o el radical desamparo.

En esos momentos resulta fundamental un espacio que aloje y oriente al sujeto, y le permita amar un discurso para contener la aparición de lo inesperado.

Intervenciones analíticas esclarecedoras

Permiten ante situaciones de desorientación subjetiva y de crisis esclarecer al sujeto que consulta para tomar futuras acciones, o decisiones en lo relativo a iniciar o no una cura, o también una posible derivación. Son encuentros únicos con el analista que no siempre hacen serie, pero que posibilitan aclarar aspectos que se presentan confusos de elucidar por el sujeto.

A menudo son solicitadas por padres de un adolescente, o por parejas en conflicto, pero también a veces constituyen los momentos previos para un posible tratamiento más prolongado.

Psicoanálisis aplicado a la terapéutica

Es una clásica distinción que estableció Jacques Lacan al fundar la Escuela Freudiana de Paris, en 1964 y que ha sido revisada en varias ocasiones por el mismo Lacan y por sus alumnos. En lo esencial la distinción se establece por el tipo de respuesta que emana desde el analista ante ciertas demandas del paciente. En ocasiones estas descansan en la búsqueda de sentido y en estabilizar algunas identificaciones fragilizadas por eventos biográficos.

Muchas veces los alcances del psicoanálisis llegan hasta este tope con beneficios para el paciente que consulta. Puede ser también un primer momento necesario de un cura, para luego virar hacia un psicoanálisis puro. Su resolución será efecto de un juicio íntimo del analista en conjunto con examinar el lugar al que el paciente esté dispuesto a llegar.

Psicoanálisis puro

Estrictamente es aquello que puede esperarse de un psicoanalista, es decir, de quien sepa ocupar una determinada posición ante las demandas de sus pacientes, alentando el deseo de buscar un saber distinto al del conocimiento intelectual, habilitando la producción de un síntoma analítico y de una pragmática de su goce. Lacan siempre fue un escéptico frente al exclusivo deseo de saber, o a la denominada por Freud “pulsión epistemofílica”, de alguna manera el sujeto siempre dispone de todo el saber necesario para su vida, por ello un psicoanálisis parte siempre por localizar un síntoma, una queja, un sufrimiento, un goce enigmático, que en ocasiones se esconde tras el deseo de saber.

El psicoanalista lacaniano Jacques-Alain Miller, estableció un binario conceptual y clínico que puede orientarnos en esta materia, propuso oponer en los primeros momentos de la cura, síntoma y fantasma. Reservando el psicoanálisis puro a ocuparse de la estructura del fantasma, sus consecuencias, y efectos subjetivos, y el síntoma como el dato inicial que moviliza al analizante para iniciar un análisis. Un psicoanálisis puro también se prueba por sus efectos, a saber la producción de un analista.